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¿Qué le pasa a una piel con dermatitis atópica?

Actualizado: 21 sept 2020


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La dermatitis atópica es una de las enfermedades de la piel más comunes, sobre todo en niños. Tiene una prevalencia estimada por encima del 20% en menores y del 1-3% en adultos, según datos de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).

En los últimos años han aumentado los casos, aunque no se sabe con exactitud por qué. “Probablemente se diagnostique más y de manera más precoz”, apunta un especialista, dermatólogo de la Clínica Dermatológica Internacional. Aunque también puede deberse a “factores genéticos que influyen en su aparición o a ciertos cambios en el estilo de vida”.


La principal característica de la piel atópica es que es una piel “estructuralmente alterada y que tiene importantes anomalías como barrera epidérmica”, informa el especialista.

Y es que es una piel en la que “existen déficit de agua y de lípidos, como las ceramidas, así como modificaciones de las proteínas de diferenciación o maduración cutánea como la filagrina”.


Todas estas características hacen que “no funcione correctamente como capa de aislamiento y, por tanto, que permita la entrada de microorganismos u otros agentes, como polvo, tejidos, jabón o pólenes, que pueden incluso llegar a estimular el sistema inmunológico y poner en marcha la conocida como marcha atópica, caracterizada por la aparición de manifestaciones no sólo cutáneas sino también en otros órganos”.

Por eso, no es de extrañar que muchos pacientes atópicos también sufran otras afecciones “como conjuntivitis, rinitis, asma bronquial, o, incluso, broncorreactividad pulmonar”.


Cómo saber si es una dermatitis atópica


La atopia es fácil de identificar por los dermatólogos ya que “se caracteriza por ser una piel extremadamente seca, e, incluso, rasposa, lo que provoca que muchos pacientes se sientan muy incómodos y que se quejen de prurito, dolor, ardor o fisuras dolorosas”, explica el especialista.


Las lesiones de la piel con dermatitis atópica se caracterizan por:

  • Eritema o rojez

  • Exudado o aparición de secreción sobre los eccemas

  • Descamación

  • Costras

  • Prurito o picor muy intenso

Pero no siempre los pacientes tienen lesiones en la piel. De hecho, a la hora de recomendar un tratamiento u otro es importante diferenciar al paciente con lesiones o brotes del que no las tiene ya que los cuidados en uno u otro caso varían.

En el caso de que no haya lesiones, el primer objetivo del tratamiento se centrará en la limpieza y la desinfección de la piel como forma de “prepararla para la medicación tópica”, explica El Especialista.


Según El Especialista, “la limpieza puede ser diaria o cada 2 días” y deberá hacerse “en forma de duchas cortas de entre 5 y 7 minutos y con agua templada (32º el calor aumenta la sequedad de la piel y reactiva la inflamación)”.


En algunos pacientes con infecciones cutáneas “frecuentes y claramente relacionadas con los brotes de dermatitis”, los dermatólogos pueden llegar a recomendar incluso “baños con lejía”, que se realizarán siguiendo una serie de consejos y medidas determinadas.


Como se ha mencionado antes, la ducha es la mejor opción para estos pacientes, pero si se prefiere el baño, la dermatóloga aconseja “añadir previamente un emoliente líquido en la bañera para neutralizar la dureza del agua y no sobrepasar el tiempo máximo de entre 10 y 15 minutos, para no estar demasiado tiempo en contacto con el agua de ciudad”.

Es importante recordar que en los pacientes con piel atópica la humedad “siempre es más beneficiosa que la sequedad”, porque “ésta reduce la pérdida transepidérmica de agua y ayuda a que la piel esté más hidratada”, señala El Especialista.


¿Es bueno frotar la piel? Tal y como apunta El Especialista, para extender el jabón por el cuerpo lo mejor es utilizar las manos y “nunca manoplas o esponjas”. En cuanto a los juguetes para el baño de los más pequeños, la dermatóloga los desaconseja ya que “pueden ser fuente de pseudomona”, aunque si se usan, “se deberán elegir los duros y los que no acumulen agua en su interior”.


Paso dos: la hidratación


Tras la limpieza, la hidratación en los pacientes sin brotes es fundamental ya que ayudan a evitar su aparición. El uso frecuente de emolientes en las pieles sin eccema, indica El Especialista, “ayuda a restaurar la barrera alterada y a mejorar su maduración”, además, añade, “se ha demostrado que reducen la sensación de prurito”.


Sin embargo, en el caso de los pacientes con brotes, la hidratación no está aconsejada. “El uso de productos hidratantes es muy importante como medida de prevención, pero no como tratamiento cuando hay un brote”, advierte El Especialista.


Según el experto, “cuando ya hay un eccema no hay que hidratar, sino tratar” ya que si no se trata un eccema localizado “este puede extenderse y derivar en uno generalizado, que será más difícil de tratar y que, probablemente, requiera del uso de corticoides orales”.


Por tanto, según El Especialista, antes de usar emolientes, lo mejor es:

  • Asegurar que el brote está controlado

  • Elegir la formulación correcta.

Tal y como explica El Especialista, “hay diferentes fórmulas hidratantes que van desde las leche o lociones hasta las cremas o los bálsamos y que se diferencian por la menor o mayor hidratación”. Se optará por una u otra opción “en función del estado de la piel del paciente”.


Por ejemplo, “las leches o lociones se extienden con mucha facilidad y no hay que tocar demasiado la piel, por lo que se preferirán cuando la piel está alterada, con eritema o con rojez y tras un brote ya controlado con corticoides”, aconseja. Por su parte, “el bálsamo se recomendará cuando la piel esté gruesa y muy agrietada, con escaso o ningún eritema pero gran descamación y costras”.


Todos ellos se aplicarán “con las manos limpias y con la piel húmeda para facilitar su uso”, recuerda la dermatóloga, además, será conveniente “calentar la loción previamente en las manos para que su aplicación sea agradable”.


Di no al rascado


Uno de los problemas principales de los pacientes con dermatitis atópica es el picor que sufren. “El cien por cien de los atópicos se rasca y sienten mucho picor”, asegura El Especialista, algo que, “es independiente de la existencia o no de lesiones cutáneas tipo eccema”. Rascarse es, en muchos casos, algo incontrolable pero que debería evitarse ya que “hacerlo produce rozaduras, riesgo de sobreinfección y engrosamiento de la piel”, advierte la dermatóloga.


“Decirle a un niño deja de rascarte no sirve para nada”, es más, “esta advertencia puede enfadarle y darle aún más ganas de rascarse”. Entonces, ¿qué se puede hacer? ¿qué alternativas hay al rascado?


Algunas alternativas al rascado serían:

  • Hidratar.

  • Vaporizar prolongadamente o aplicar compresas impregnadas de agua termal.

  • Aplicar frío. Tal y como informa El Especialista, el frío “es un anestésico del picor”, por lo que ayuda mucho frente al picor. Para refrescar el ambiente, su consejo es “meter el spray de agua termal en el frigorífico, vaporizar sobre las habitaciones y, a continuación, ventilar para aumentar la sensación de frescor”.

  • Para los picores de la noche, que son los más habituales, lo mejor es que aplicar un emoliente antes de acostarse y tener siempre a mano un spray de agua termal y una crema hidratante sobre la mesilla de noche, para utilizarla.

En cuanto a la ropa más indicada para este tipo de pacientes, la experta aconseja “optar por ropa de algodón, que sean suaves al tacto, sin costuras ni cremalleras y recortando bien todas las etiquetas”. Por tanto se evitarán “tejidos sintéticos y la lana, que normalmente producen picor”.


El lavado de estas prendas deberá hacerse con un detergente normal pero prestando especial atención al aclarado.


Otros consejos para los pacientes serían:

  1. No tender la ropa en el exterior en periodo de polinización.

  2. No abrigar demasiado a los niños ya que el sudor favorece los picores.

  3. No calentar demasiado la habitación de la casa.

  4. Airear bien, tanto en invierno como en verano.

  5. Evitar los alérgenos potenciales como el polvo, el pelo de los animales y los ácaros.

  6. Evitar moquetas, almohadas y edredones de plumas.

  7. Evitar el contacto cercano con gatos, perros, conejos, hámsteres.

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